El 15 de agosto de 1977 a las 23:16, el radiotelescopio Big Ear captó una señal de radio de origen desconocido proveniente de la constelación de Sagitario. A esta señal se le llamó... la señal Wow!
Grandes relatos de ciencia ficción de baratillo presenta...
(La señal Wow! 2)
"Somos el medio por el cual el universo se conoce a sí mismo."
- Carl Sagan
Instalaciones del radiotelescopio Big Ear 2, desierto de Arizona, en la actualidad.
John Seasons. John Seasons en persona, ahí mismo, joder, el mismísimo John Seasons: astrofísico de puta madre y un profesional como la copa de un pino. Allí estaba, en su despacho, mirando al techo, sin hacer realmente nada.
Había visto tiempos mejores, claro, en la NASA. Una carrera precoz y prometedora la suya: El proyecto de la sonda a Europa, Titán y Ganímedes, los planes para la primera misión tripulada a Marte... Hasta que los gilipollas de sus compañeros de trabajo empezaron a hacer coñas con su apellido y la pizza 4 estaciones. Hijos de puta. Luego estuvo el divorcio de Nancy y lo de sus padres y... Además, ¿qué coño de nombre era pizza 4 estaciones?
John Seasons estaba buscando "pizza 4 estaciones" en la Wikipedia cuando la alarma comenzó a sonar.
- Oh, puto Chris Jackson.
Seasons descolgó el terminal telefónico antes de que el timbre pudiera incordiar más. Al otro lado del aparato, la inconfundible voz de su becario, Chris Jackson, un estudiante chino-negro-mejicano-mujer-transgénero y lesbiano y que, desde hacía un mes, aseguraba ser también medio judío:
- Hemos recibido una señal, Dr. Seasons. Una gran señal.
- ¿Comparada con la señal Wow! original?
- Como varios órdenes de magnitud mayor o algo así, señor. La señal Wow! original vendría a ser el suspiro de un alienígena autista comparada con esta.
- Tiene que ser un error.
- No es un error, Dr. Seasons.
- Está bien, ahora voy.
--- XXX ---
El Dr. John Seasons analizó la señal en el rollo de impresora matricial que mantenían por razones sentimentales y, odiaba reconocerlo, pero su subalterno tenía razón: sólo en longitud esta señal espacial parecía un discurso a las Naciones Unidas. Fuera lo que fuera, era enorme.
- ¿Y dices que proviene de la constelación de Andrómeda?
- Sí. Y, si se fija, parece haber un patrón claro ahí.- apuntó Chris Jackson, que acto seguido añadió: - ¿No deberíamos pasarle el asunto a nuestros superiores, o comunicarlo a la comunidad científica?
- ¿Qué?
John Seasons agarró a su becario y lo zarandeó de un lado a otro, no se le fuera a poner el cabrón ahora en plan pasivo-agresivo.
- ¿Estás loco? Sea lo que sea esto tenemos que descifrarlo aquí. Aquí, ¿me oyes? Esto podría ser importante, importante de verdad, ¿vale? Podríamos estar ante un evento histórico de cojones. Así que no te quedes ahí parado, joder, haz algo.
- Como qué.
- No sé, intenta pasar la señal por algún programa, yo qué sé.
- Hmm... Supongo que podría programar un parser universal en PHP...
Jackson señaló entonces el flamante Intel Core i9 que en circunstancias normales su jefe no le dejaba tocar.
- ¿Puedo al menos usar el ordenador nuevo?
- ¿Se han terminado de bajar ya las películas que estaba descargando?
- No, Dr. Seasons. Todavía hay varias al 50%.
- Pues entonces ni de coña.
--- XXX ---
Las siguientes dos horas resultaron frenéticas e incluyeron una cantidad demencial de líneas de código PHP depuradas, siendo el PHP el único lenguaje informático en el que Chris Jackson sabía programar.
Y todo ello además, como se verá, para nada, pues por la más rocambolesca carambola cósmica fueron a dar con la solución al enigma interestelar cuando, por la más azarosa de las circunstancias, y habiendo introducido previamente la señal del espacio - debidamente filtrada del ruido de cuásares, púlsares y del eco remanente de la explosión original del Big Bang - en un fichero RAW, Chris Jackson, becario del Big Ear 2, queriendo renombrar el documento hizo sin querer doble click en él y, hete aquí que, como si fuera un archivo comprimido cualquiera, la señal del espacio fue a abrirse con el WinRAR.
El Dr. John Seasons, que justo en ese momento pasaba por ahí, no pudo por menos de exclamar "pero qué cojones". Luego, como para asegurarse, preguntó:
- ¿Es eso la señal de Andrómeda?
- Sí, y que me jodan si la hija de puta no se acaba de abrir como un fichero zip, señor... Un fichero zip del espacio exterior.
Con todo, lo más sorprendente era lo que el fichero zip del espacio albergaba en su interior. Repleto de caracteres ilegibles - lo que sin duda revelaba contacto con una civilización con una versión de Unicode infinitamente más avanzada y superior - un documento con la ya familiar extensión PNG.
- Parece que se trata de un fichero de imagen, Dr. Seasons. Y además es bastante grande.
- Dale ahí.
- ¿No deberíamos pasarle antes el antivirus?
- Dale ahí, coño.
Chris Jackson obedeció a regañadientes y, con la resolución de un John Glenn o un Neil Armstrong, agarró el ratón y ejecutó el segundo doble click heroico del día. Una imagen en alta definición apareció en la pantalla.
John Seasons tardó en reaccionar pero cuando lo hizo, a punto estuvo de caerse de la silla.
- ¿Qué... qué coño es esto?
- Parece, huh..., parece una foto de la actriz Marisa Tomei en pelotas, señor.
- ¿Qué? - John Seasons estaba empezando a perder la paciencia con su subordinado. - Ya sé que es una foto de Marisa Tomei en pelotas, joder. ¿Qué más me puedes decir?
- Es claramente una imagen actual.
- Y no parece un fotomontaje, ¿verdad? Fíjate qué calidad de imagen...
- Wow.
- Eso digo yo, wow.
De repente a John Seasons le saltaron todas las alarmas, pero esta vez las interiores.
- Está bien, para, para un momento: esto tiene que ser una broma, una coña.
- Señor, con el debido respeto: si fuera una broma saldría Will Ferrel enseñando el culo, o el negro de la toalla diciendo "Ola ke ase". Y, desde luego, si la broma fuera mía ni que decir tiene que la foto sería de una pizza 4 estaciones.
Seasons clavó los ojos en su subordinado y por un momento pensó en apretarle cada vez con más y más fuerza el cuello, hasta hundirle la tráquea y estrangularle y mirar como se moría, pero en seguida se calmó, al recordar que Chris Jackson era chino-negro-mejicano-mujer-transgénero y lesbiano y, desde hace un mes, también medio judío, y tampoco era cuestión de pasar a la historia como Hitler II. Al menos, no por el momento.
- Vamos a ver, somos científicos. Piénsalo, joder. La galaxia de Andrómeda está como a qué, ¿8 millones de años luz de distancia? Cuando esta señal se emitió allí, aquí en la Tierra debíamos estar en el Cenozoico o en el Cretácico Superior o en una mierda de esas, ¿comprendes?
Chris Jackson asintió, pero con tan poca convicción que a mitad del gesto estaba negando con la cabeza.
- Joder, pero si es muy fácil: es imposible que nos enviaran hace millones de años la foto en pelotas de una tía de ahora. Si nos hubieran mandado la foto de un estegosaurio o de un tigre dientes de sable, coño, pues eso lo cambiaría todo. Pero Andrómeda y Marisa Tomei juntas simplemente no computan.
- Ah, vale. Está claro, sí. Ahora lo veo.
- Así que, te lo pregunto por enésima vez, becario hijo de la gran puta: ¿Estás seguro de que no hemos captado una emisión de la Tierra? ¿Una interferencia? ¿Un chaval que estaba pajéandose y decidió enviarle por móvil porno a sus colegas?
- Pero eso es imposible, señor: Lo he comprobado doce veces.
John Seasons estaba, lo juro por Dios, a esto de romperle la cara a hostias al puto chino-negro-mejicano de los cojones cuando ¡oh, anagnórisis! Su mente saltó como un resorte accionado por un rayo divino y entonces cayó en la cuenta, claro, ¡cómo no!: los agujeros de gusano. Los agujeros de gusano podían explicarlo todo. Muchos creían que eran un fenómeno astronómico de cachondeo pero existían realmente. Los agujeros de gusano estaban por todas partes, atravesando nuestro mundo a todas horas. De hecho, en ese mismo instante nuestro sistema solar se adentraba en un agujero de gusano de esos precipitándose al universo paralelo de justo cinco segundos antes, lo que provocó en Seasons un déjà vu de tres pares de huevos.
- Pero eso es imposible, señor: Lo he comprobado doce veces.
- Pues que sean trece. E imprime la imagen de Marisa Tomei en pelotas a todo color, ¡en la impresora láser!
- ¿En la impresora láser? Pero si apenas queda tinta, señor.
- Tú hazlo.
John Seasons se encerró en su despacho, se sirvió un trago largo de vodka y descolgó el teléfono para, llegados a este punto, hacer la única cosa sensible que alguien en su posición podía hacer: ponerse en contacto con el agente de Marisa Tomei.
--- XXX ---
No fue sencillo, no fue fácil, pero Marisa Tomei llegaba al radiotelescopio Big Ear 2 tras horas y horas de intensas negociaciones y varias visitas al baño después. Lo hizo cubierta de una gorra de béisbol y unas gafas de sol enormes, como hacen las estrellas de Hollywood cuando no quieren que nadie les moleste, lo que para el Dr. Seasons, que había fantaseado con ligársela al final, para que engañarnos, no era una buena señal.
- Srta. Tomei, soy el Dr. John Seasons. Fui yo quien habló con su agente. Antes de nada, déjeme decirle que soy un fan incondicional de todas sus películas.
- Ah ¿sí? - preguntó la actriz.- Como cuáles, dígame alguna.
- Hmmm... ¿Mad Max 3?
- Qué hijo de puta. ¿Y este quién es?
- Él es...
- Soy Chris Jackson, encantado, Marisa.
- Es mi ayudante, él es chino-negro-mejicano-mujer-transgénero y lesbiano.
- Y también medio judío. - puntualizó Jackson.
- Oh, qué interesante.- respondió Marisa Tomei muy amablemente y haciendo gala de una exquisita educación. Luego se produjo un silencio incómodo, así que añadió, ahí sí cagándola: - De veras.
John Seasons abrió la puerta del complejo, rescatando al grupo de una situación más embarazosa.
- Será mejor que pasemos dentro.
--- XXX ---
- Pero qué...
La Srta. Tomei negaba con la cabeza frente a su imagen desnuda expuesta en el monitor principal, mientras oleadas de indignación, ira e incredulidad se alternaban en su cabeza, pugnando por explotar.
- ¡Babosos! ¡Me habéis hackeado el teléfono, hijos de puta! Utilizáis todas estas antenas para espiar a las personas, cabrones. Le robáis a la gente sus fotos más íntimas, los acosáis. Oh, Dios mío, tengo que llamar al FBI...
- Le aseguro Srta. Tomei que yo no...
- ¡Cállese!
Marisa Tomei le arreó al Dr. Seasons un bofetón que por poco lo tira al suelo.
- Pervertidos de mierda, tengo un spray anti defensa.
La actriz mantenía a raya a Seasons y a Chris Jackson con un aerosol de pimienta mientras con la otra mano llamaba con el móvil, seguramente al FBI.
El Dr. John Seasons era consciente del delicado impasse en el que se encontraba la investigación y de lo mucho que estaba en juego, por lo que escogió con sumo cuidado cuáles iban a ser sus próximas palabras.
- Srta. Tomei, cálmese, por favor: somos científicos. Bueno, él Chris Jackson no, él sólo barre este sitio y va al pueblo a por coca-colas. Pero yo sí soy científico, y créame cuando le digo que no pararé hasta dar con la respuesta a este misterio.
- Oh sí, sois científicos, oh vaya, perdón... ¿Sabéis quiénes eran científicos también? LOS NAZIS.
John Seasons no tenía respuesta para algo así y se quedó con cara de "¿Qué?". Afortunadamente fue Chris Jackson quien acudió esta vez al rescate, aunque fuera sólo por alusiones.
- Oh no, no somos científicos nazis, Marisa, se lo aseguro. Yo soy chino-negro-mejicano-mujer-transgénero lesbiano, y además, medio judío.
- Lo siento, discúlpeme. Me había olvidado, qué torpe soy. De verdad que no quería ofenderle, lo siento muchísimo, Sr. Jackson.
La Srta. Tomei se relajó y bajó los brazos, aunque aún hizo un amago de rociar de pimienta al Dr. Seasons.
Ya más calmados, y con ayuda de unos más que generosos tragos de vodka, Seasons intentó reconducir la investigación por cauces más razonables.
- Está bien, ahora dígame. ¿Reconoce vd. la fotografía? Tal vez sea un selfie erótico.
- No. No estoy posando y en la imagen se ve claramente que no llevo un teléfono en la mano.
- Bueno, podría ser un selfie erótico hecho con temporizador.
Marisa Tomei volvió a negar con la cabeza, como diciendo "no me puedo creer todas las gilipolleces que estoy oyendo".
- Y por su airada reacción de antes deduzco que la imagen no es de ninguna de sus películas...
- Oiga, yo no me hago selfies de esos. Soy actriz, no soy idiota: sé lo que podría suponer algo así para mi carrera. Y no, no es de ninguna de mis películas. Si le sirve de algo, parece que estoy en mi casa, camino de la ducha. Oh Dios mío, ¿significa eso que tengo cámaras grabándome en mi casa?
- No, no creo que se trate de eso, tranquilícese. Tengo otra teoría pero para confirmarla, espero que no le moleste pero me he tomado la libertad de llamar a un colega mío, catedrático emérito de la Universidad de Chattanooga. Se trata de mi mentor, el profesor Hawkings. Debería estar al caer. Si alguien puede echar algo de luz sobre este asunto es él.
--- XXX ---
Marisa Tomei se sintió totalmente desarmada nada más ver entrar al profesor Hawking, un viejecito adorable que no se parecía en nada a Hannibal Lecter.
Lo primero que hizo éste al llegar fue preguntar si había habido más señales desde la original. Cuando Chris Jackson le confirmó que no, se limitó a musitar:
- Hmmm... Como suponía.
Acto seguido el profesor se puso a manipular la imagen en el ordenador, desplazándose con el ratón a lo largo y ancho de la anatomía de Marisa Tomei, haciendo zoom a placer y hasta límites insospechados en todos y cada uno de sus más inoportunos lugares, mientras murmuraba para sí cosas como "oh, sí" y "oh, sí, sí", aunque en un tono para nada libidinoso.
Finalmente, y tras un gesto dramático de eureka, el profesor Hawkins se volvió al grupo y proclamó triunfal:
- Tal y como imaginaba, he resuelto el misterio. Lo que aquí estamos viendo, amigos míos, no es más que ruido cósmico. Ruido cósmico que la entropía desordenó de la forma más hermosa posible. ¿Cómo? ¿Por qué? Que me jodan si lo sé. Los caminos del señor Cosmos son inescrutables. Tal vez no sea más que el Universo celebrándose a sí mismo, mostrándonos la culminación de la especie humana en este punto de su evolución. ¿Quién lo sabe? Lo que sí sé es que se trata de una buena señal. Si esto es lo que nos envía el Cosmos, podemos inferir que este tiene un gusto excelente. Y, lo que tal vez sea más importante, que el Cosmos como entidad desde luego no es un ente pedófilo. Imaginen qué bochorno si no...
El Dr. John Seasons, Chris Jackson y Marisa Tomei se miraron entre sí sin saber muy bien qué decir, hasta que uno de ellos prorrumpió en aplausos. Era la Srta. Tomei, que corrió a abrazarse al venerable profesor.
- Esas palabras, profesor Hawkin, me han llegado al alma, lo de la culminación de la especie humana y todo eso, no tanto la parte del pedófilo...
- Gracias, gracias. - acertó a decir el profesor, sonrojándose. - ¿Saben qué?, ahora que se ha solucionado todo, y muy satisfactoriamente a mi entender, deberíamos hacer una salida de observación astronómica al campo, ya saben, para celebrarlo. Será como en los viejos tiempos, ¿qué me dicen?
Todos aceptaron de inmediato, excepto Marisa Tomei, a la que no le pareció en absoluto apropiado: la sola idea de irse al campo con tres completos desconocidos disparaba todas sus alarmas de violación grupal.
Pero, luego, viendo que en realidad el profesor era un ancianito inofensivo y encantador, que Chris Jackson era todo lo contrario a un macho agresivo y dominante, y que a John Seasons ya había estado a punto de dejarle fuera de combate y era muy capaz de volverlo a hacer, apurando el último trago de vodka, se dijo: "Qué coño..."
--- XXX ---
Claro de un bosque en la noche. Marisa Tomei desnuda, encadenada a una gran roca, junto a las ruinas de un templo Maya del período preclásico temprano.
- Pero ¿qué cojones? ¿Qué mierda de elipsis es ésta? ¿Cómo coño he acabado así? - y ya luchando por liberarse, la Srta. Tomei añadió: - ¡Socorro! ¡Auxilio!
- ¡Silencio, perra terrícola! - ordenó una ominosa figura oculta entre las sombras mientras daba un paso hacia la luz hasta descubrir su rostro.
Era, por supuesto, Chris Jackson, el más nefario de cuantos becarios ha habido. Todo este tiempo había estado en posesión de la oscura verdad y de un revólver del calibre 22 con el que encañonaba ahora mismo a Marisa Tomei que, encadenada, desnuda, desamparada e indefensa, está mal decirlo, pero lucía más hermosa que nunca, lo cual ya es mucho decir.
- Estás a punto de recibir el inmenso honor de conocerle, ¡a ÉL!, así que intenta adoptar una actitud más reverente y una postura menos decorosa.
- ¿Pero qué dices, tío friki? ¡Socorro! ¡Ayuda!
Los gritos de desesperación de Marisa Tomei terminaron por despertar a John Seasons y al profesor Hakings que se incorporaban a unos metros de allí, junto al coche en el que habían venido. Era evidente, pues ambos se frotaban la cabeza doloridos, que alguien les había golpeado por la espalda a traición, dejándoles sin sentido. Pero como también cabía la posibilidad de que hubieran estado los dos caminando y tropezaran al unísono, o incluso que se hubieran tumbado a echarse una cabezadita despertándose ahora con jaqueca, John Seasons de motu propio se vio en la obligación de añadir:
- Ese cabrón de Jackson... Debió atacarnos nada más bajar del coche.
- Sí, y a mí el muy bruto me ha hecho un chichón aquí, mire, mire.
- Déjelo, profesor, ya es suficiente exposición, yo creo que ya quedó claro para todo el mundo. Ahora deberíamos centrarnos en porqué coño tuvo vd. que traernos hasta aquí.
- Verás, todo comenzó...
- Coño, no, tampoco me cuente toda la historia, no tenemos tiempo. Vaya al grano, profesor, no jodamos.
- Se trata de un nuevo objeto astronómico. No está registrado en el catálogo de cuerpos celestes y viene derecho hacia aquí, hacia este punto, siguiendo un tipo de trayectoria jamás descrita en tres mil años de observaciones directas. Cuando me llamaste para contarme lo de tu señal, sólo tuve que sumar dos más dos para ver que ambos sucesos estaban relacionados.
- ¿Y cuándo cojones pensaba contármelo?
- El problema es ese condenado becario tuyo, que se nos adelantó. Tiene que haber estado siguiéndome el juego desde el principio.
- No se preocupe, profesor, porque mientras él le seguía el juego a vd. yo he estado siguiéndole el juego a él.
El profesor Hawken asintió y siguió a Seasons, aunque no comprendía una mierda de esto último que Seasons le había dicho.
- ¡Chris! ¡Chris Jackson! Soy el Dr. Seasons. El profesor y yo estamos bien, no hay nadie malherido.
- ¡Dr. Seasons! No se acerque más. Tengo una pistola, sé cómo usarla y no dudaré en hacerlo. Manténganse ahí.
- Aún estás a tiempo de parar todo esto. Te pondremos sólo una multa administrativa.
Como quiera que los dos seguían avanzando, Chris Jackson realizó un disparo de advertencia.
- ¿Sabes qué? A la mierda la multa. No habrá multa. Dígale que no habrá multa, profesor.
- No habrá ninguna multa, pero a lo mejor te denuncio por el chichón que me has hecho.
- Joder, ¿otra vez con el chichón, profesor? ¿Es que no sabe hablar de otra cosa?
- Es que me duele mucho...
- Fui yo quien recibió la señal, Dr. Seasons. Yo, ¡Chris Jackson! Y ahora que tengo la confirmación de que hay vida extraterrestre he decidido unirme al bando de los alienígenas. Eso me convierte en la minoría más minoritaria que haya habido jamás, la minoría del chino-negro-mejicano-mujer-transgénero-lesbiano-medio judío y xenoformo. ¿Qué, cómo se le queda el cuerpo, eh? No ha habido nunca nadie como yo, ¡y ya nunca más lo habrá!
- Todo eso está muy bien, en serio, Chris. ¿Puedo llamarte Chris? Ya sabes que, aunque soy blanco, anglosajón, protestante y terrícola, cuentas con todo mi apoyo. Siempre he admirado tu compromiso y tu activismo.
- ¿Qué dice? Desde aquí no le oigo, Dr. Seasons.
- Por el amor de Dios, Jackson. Haré lo que quieras pero te lo ruego, por favor, suelta a mi novia.
- ¡No soy su novia, Dr. Seasons! - aclaró a gritos Marisa Tomei, que, aun encadenada y desnuda, no veía porqué tenía que renunciar ahora a decidir libremente su futuro sentimental.
- Vale, está bien... Me cago en toda la puta, tú ganas, Jackson: Te pondremos en nómina.
- Ya es tarde, ¡miren!
Toda posibilidad de resolución negociada se fue al traste en ese instante mismo en el que Chris Jackson señaló hacia un lejano punto en el cielo.
Lo que en principio no parecía sino otro meteoroide más bajo el firmamento nocturno se iba revelando cada vez más y más grande.
- Por los clavos de Cristo, ¿qué cojones es eso?
- Desde luego le diré lo que no es, profesor: eso no es ningún jodido aerolito.
Un horror en verdad indescriptible descendía desde las más depravadas alturas. Era Xuul Dagorth, eclipsando extensas regiones del cielo con su inescapable envergadura. Sus enormes y desorbitados ojos no se apartaban de la temblorosa figura de Marisa Tomei, sus más largos tentáculos apenas ya sí rozándola, sus ventosas secretando una sustancia viscosa no muy diferente al caldo primigenio.
Chris Jackson, completamente enajenado, gritaba fuera de sí:
- ¡Te hago entrega de la tía más buena del planeta! ¡Yo te hago entrega!
Aquel, a falta de un término mejor, calamar gigante del espacio profundo había recorrido kilopársecs de distancia para hacerle a Marisa Tomei toda una serie de guarradas que vete tú a saber qué, man, de verdad es mejor no pensar mucho en ello.
Todo parecía perdido para la causa de la humanidad y de las puestas de sol y de la asociación "Madres contra el Hentai" y de la posibilidad de que hubiera algún día un día de mañana, pero entonces, algo, una sensación, una imagen hizo que los tres corazones de Xuul Dagorth se encogieran, y aquel hijo del caos primordial sintió por primera vez algo parecido al miedo.
A escasos metros de las ruinas de la civilización que eones atrás le rindió un enfervorizado y ancestral culto, un anciano y un hombre de mediana edad cocinaban alegramente en un hornillo de camping gas lo que Xuul Dagorth acertó a distinguir, aun desde esa distancia, como una ración de calamares a la romana.
Había algo en su despreocupada actitud, en su aplomo a la hora de voltear uno a uno los cadáveres rebozados y cortados en rodajas de sus congéneres cefalópodos (parte de una rama familiar suya no especialmente aventajada) que, parecía una gilipollez, pero era justo el tipo de gilipollez que le dejaba a uno petrificado en el sitio.
Percatándose de lo que estaba sucediendo, Chris Jackson se volvió hacia el profesor y el Dr. Seasons.
- ¡Huevones, están vds. asustando a Xuul Dagorth! - Y dicho esto abrió fuego sobre ellos. - ¡Dejen de hacer eso nomás!
John Seasons comprendió que había llegado el momento que separaba a los hombres de los niños y, abandonando el dudoso parapeto de un par de cacerolas y una bombona de butano portátil, salió a campo abierto, al encuentro de su propio destino.
- Usted siga cocinando, profesor. Yo intentaré distraerle. Pase lo que pase, no deje de freír esos putos calamares.
--- XXX ---
Años de salidas nocturnas al campo con su club de observación astronómica le habían enseñado el valor de ir siempre preparado, de modo que eran pocos los platos que el bueno del profesor Haking no pudiera improvisar en un plis plas como quien dice.
De hecho, en los círculos de astronomía amateur, y en los no tan amateur, todavía se hablaba de su legendaria paella durante las Perseidas en el 86.
Sí, ah, joder sí. Aquella fue una gran paella, y estos iban a ser unos calamares a la romana para chuparse los dedos.
Se estaban friendo a la perfección, adquiriendo un delicioso y uniforme tono dorado, la idea era que una vez terminados quedasen crujientes por fuera y tiernos por dentro.
Sin dejar de atender el aceite o el fuego, el profesor comenzó a cortar los limones y a preparar los cubiertos de plástico y las servilletas de papel y todo.
Pero será mejor que pasemos a cualquier otro personaje que esté haciendo algo más interesante...
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Tan sólo centésimas de, qué coño centésimas, milésimas de segundo antes de que el miserable de Chris Jackson pudiera apretar el gatillo y cargarse a Seasons de un tiro, la mano con la que Jackson sujetaba el revólver se encontró luchando con un par de hermosos pies femeninos.
Se produjo entonces un forcejeo en el que el atractivo tren inferior de Marisa Tomei tenía todas las de ganar y durante el cual, esto es un poco inverosímil pero bueno, el caso es que el arma acabó disparándose de manera fortuita.
Hubo entonces unos segundos así como de suspense e intríngulis, y de tensión y tal, hasta que por fin Chris Jackson tuvo a bien ponerse a babear sangre y caer al suelo, herido de muerte.
Xuul Dagorth, que observaba la escena desde los cielos a una distancia prudencial, decidió que ya había tenido suficiente.
Ciertamente, no había recorrido en unidades astronómicas varias distancias del copón para tener ahora encima que aguantar esta mierda.
Deseando que nos dieran a todos por culo, expulsó un gran chorro de tinta y se retiró a las frías profundidades del espacio abisal de donde provenía.
Sí, vale. Era una decepción, claro. Pero a ver, míralo así: al menos conservaba aún todos los tentáculos, y siempre podía intentarlo el año que viene con Naomi Watts.
--- XXX ---
John Seasons respiró aliviado. Había visto a la muerte de cerca pero, increíblemente, una actriz ganadora del Oscar® le había salvado.
- ¿Cómo has hecho eso con los pies, todo ese, uh, kung-fu podológico?
- Oh, eso. - Marisa Tomei sonrió. - Tuve un novio que era fetichista de pies y me pedía que le hiciera cositas. Suena un poco raro, pero está bien: Hay cosas peores.
El Dr. Seasons rodeó los restos de su antiguo colaborador escasamente cualificado y todavía menos retribuido que fallecía justo en ese instante con una sonrisa en los labios, pues una muerte en circunstancias tan extrañas como estas sin duda terminaba de hacer de él la persona más únicamente singular de la historia, teniendo en cuenta que era chino-negro-mejicano-mujer-transgénero-lesbiano-medio-judío y xenoformo, y que además programaba sólo en PHP. De verdad, qué tío tan jodido.
Una fina lluvia negra caía ahora del cielo, embadurnándolo todo de tinta.
- ¿Me desatas ya de aquí o tienes alguna otra pregunta?
- Ahora que lo dices, sí: tengo una pregunta más...
- ¡Los calamares ya están! - anunció el profesor Henkins.
- ¿Qué opinas de la pizza 4 estaciones?
- ¿Honestamente?
- Sí, honestamente.
- Que me parece una idea estúpida, incluso para una pizza.
John Seasons asintió satisfecho, sabiéndose el hombre más afortunado sobre la faz de la tierra. Esperaba no joderlo todo ahora y quedar como un viejo rijoso pero se permitió una mirada furtiva al glorioso cuerpo desnudo de Marisa Tomei en pelotas y toda enmarranada de tinta y, sin poder contenerse ya más, exclamó:
- ¡Joder, qué buena estás, Hitler II!
Entonces Marisa Tomei se rió y fue como si a través de su boca el Universo entero se descojonase.
Y fueron muy felices y comieron calamares, y colorín colorado este cuento de ciencia ficción se ha acabado.