El
infierno existe y es un barrio de Barcelona.
Las buenas personas van al cielo. Los criminales de guerra, a Sants.
El barrio de Sants, creo.
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Antes de empezar con lo que Dios quiera que
salga de esto, debo pedir excusas al lector por el horrible submundo de vicio,
degeneración y profunda subnormalidad que verá a continuación. Sobre todo después de
haber disfrutado de asuntos tan rematadamente cool como las chicas hockey hierba y sus interminables piernas de
mujer, los farmacéuticos onanistas, el alcohol de mentirijillas y Dios no
existe.
Pero no toda la sección
de humor iba a resultar tan poppy y fashion como los guateques que
montaba Audrey Hepburn, jodidos. No. No, porque hay un mundo asqueroso ahí afuera,
amigos, y de nada sirve cerrar los ojos (aunque taparse la nariz puede ayudar, según la
dirección del viento).
El lugar que hoy nos ocupa no es más que
un barrio de Barcelona, no extremadamente céntrico, llamado Sants. Está lo
suficientemente apartado del mundo civilizado como para que nadie necesite atravesarlo
nunca, y menos mal, porque el sitio es como el infierno cristiano, pero sin arquitectura a
lo parque temático, azafatas sadomaso, o rollos moralizantes.
Pero antes de adentrarnos en el horror el
horror, que diría Marlon Brando, un poco de historia:
Breve pero intensa historia
del barrio de Sants copiada de otra web y amenizada con algunas frases estúpidas que fui
inventando sobre la marcha.
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En un principio, el barrio de Sants no era más que un camino rural en el
que se ubicaba una parroquía a San Bartomeo o algo. Sus habitantes producían vino,
hortalizas, enfermedades venéreas y carne para el mercado barcelonés.
A finales del siglo
XVIII, con la construcción de una nueva carretera, se animó el ritmo de su economía y
de sus construcciones, pero fue a partir del siglo XIX, con la instalación de grandes
vapores y la construcción de una línea ferroviaria, cuando la zona experimentó un gran
salto adelante, atrayendo a los numerosos hijoputas comerciantes que
querían evitar los impuestos de la ciudad de Barcelona.
Pronto Sants vería
como su paisaje rural se transformaba en uno industrial, y disfrutaría de cincuenta años
de autonomía municipal. Hasta que alguien de arriba la jodió y el
municipio fue anexionado a Barcelona, en 1897. A pesar de la anexión, el barrio
conservaría muchas de sus características de núcleo obrero. La actividad comercial de
la carretera aumentó hasta convertirla en su calle mayor.
El amplio
crecimiento de Barcelona terminó por centrar aquel barrio suburbano, y las numerosas
reformas urbanas cambiaron su aspecto y sus funciones. A principios de los años
80 se instalaría en Sants el casting completo de "Perros Callejeros" 1 y 2.
La superficie
actual de Sants es de 187 hectáreas, y su principal actividad económica es la
producción en masa de delincuentes iletrados. |
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En la última edición de Monopoly, si caes en
la cárcel tres veces seguidas te dan todo el barrio de Sants |
Basta de chorradas:
Sants en la actualidad.
Hay muchos lugares maravillosos en el
mundo, pero dejemos claro desde un principio que Sants no es uno de ellos. Es difícil
explicar a quien no ha estado nunca antes en Sants lo horrible pero horrible que es ese
lugar. Y es que decir que Sants es un barrio jodidamente feo es quedarse corto: Sants es
exactamente igual que el culo de una vieja, sólo que no hay más cojones que mirarlo,
porque nada lo tapa.
El Ayuntamiento de Barcelona ya ha
intentado deshacerse del barrio de Sants en numerosas ocasiones, pero el gobierno de
Paquistán siempre termina devolviéndoselo, acompañado de una nota como ésta:
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Pararr de
barrio fio mandarr. Ya no gran amigüos nuestros de vosotros no más.
La guerra isto
significa. Por favorr. Jodidos.
P.D: Alá es
glande, glande, glande. |
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Las razones de toda esta
fealdad no cabe buscarlas en la pobreza, ni en el pasado obrero del barrio: desde hace
varias décadas Sants se dedica en cuerpo y alma al comercio, ya sea de zapatos o de
hachís, y no puede decirse que sea un barrio pobre, precisamente.
Así que resulta más lógico pensar que
los culpables del lamentable estado en el que se encuentra el barrio sean su desmesurado
crecimiento en el pasado, la falta de un proyecto urbanístico claro, y sus magníficos
habitantes.
Sí, sus magníficos habitantes; porque no
nos engañemos: lo peor de Sants no son las vistas, sino las pobres y tristes criaturas
que las pueblan.
Típica reunión de vecinos en Sants.
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Los habitantes de Sants:
el eslabón perdido.
Los científicos han llegado a la
conclusión de que el barrio de Sants es la causa más importante - y tal vez única - de
subnormalidad no congénita en el planeta Tierra.
Lo único bueno que puede decirse de los
habitantes de Sants es que mueren al cabo de los años. Bueno, eso y que reciclan sus
basuras desde mucho antes de que se pusiera de moda la ecología.
Un claro ejemplo de esto del reciclaje es
la moda: la moda en Sants sufre un retraso como de diez años, en serio.
Yo no sé si es porque en Sants roban las
cajas de ropa vieja que otros barrios donan o porque allí del hermano mayor se heredan
hasta las manchas de los calzoncillos, pero lo cierto es que las chaquetas con cuello de
borrego, los tejanos ajustados - a ser posible marca "Lee" -, y los mocasines
negros todavía causan furor.
Otro rasgo estético que diferencia a la
gente de Sants y la hace más fea que cualquier otra maldita cosa que pueda verse nunca
jamás es el pelo. Por lo general, el habitante de Sants lleva el cabello corto si éste
es por lo natural lacio. Entonces, con la ayuda de una hábil mezcla de saliva y gomina
Carrefour, lo amasa y amolda en sutiles formas aerodinámicas. Si, por el contrario, el
sujeto tiene el pelo rizado, entonces gusta de dejárselo largo, pues no hay nada más
estimable para un santsense que llevar caracoles en lo alto de la puta cabeza.
Simpática fotografía de un habitante de
Sants.
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En cuanto a las costumbres sociales en
Sants, los expertos han descubierto multitud de variantes horribles de las siguientes
acciones horribles:
- Escupir antes de entrar y tras salir de
cualquier sitio, anunciándolo con un sonoro: "ROAAAARJ!".
- Recorrer Barcelona haciendo ruidos con la moto.
- Visitar la casa del vecino (sobre todo si el vecino está ausente).
- Golpear a toda mujer que se halle en casa, sea esta casa la propia o la del vecino, o la
de cualquier otra persona.
Como se apreciará, podríamos estar
hablando, a grandes rasgos, de los patrones de comportamiento de un simio, y, en efecto,
eso es lo que hacemos.
Pero las sencillas gentes de Sants no son
tan malas como parecen, sino que son mucho peores.
Si exceptuamos el jabón y la ducha, no hay
nada peor para un santsente que un libro, cosa lógica si tenemos en cuenta que para todo
santsense las palabras esdrújulas son como rompecabezas, pero hechos a mala leche. Esta
evidente dificultad para asimilar nuestro lenguaje - y cualquier otro lenguaje - viene
siendo solventada desde hace varios años gracias a una variante simplificada del
castellano, en la que se han sustituido el 98% de las palabras conocidas por un conjunto
de gruñidos varios, golpes al interlocutor, tics faciales y manoseos en la entrepierna.
Por supuesto, generalizar siempre es malo.
Es cierto que hay personas normales, pacíficas, cultas, inteligentes y sensibles en el
barrio de Sants, pero tampoco hay que exagerar: éstas son más bien pocas. La mayoría de
la gente civilizada - o "gente" a secas - se fue a otro lugar o murió asesinada
tiempo atrás.
¿Un cadáver? ¿Un borracho? ¡Todo es
posible en el acogedor barrio de Sants!
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Posibles soluciones al
problema de Sants. Y que sean drásticas, por favor.
El Ayuntamiento de Barcelona - al que ya
mencionamos antes -, descartada la posibilidad de volver a pedir auxilio a Paquistán,
está estudiando diversas medidas, entre las que destacan:
- Acordonar Sants con libros sin
ilustraciones.
- Establecer un estricto control de natalidad a base de emitir "Crónicas
Marcianas" las veinticuatro horas del día.
- Derogarles el derecho a votar, eliminando de las papeletas de los partidos políticos
cualquier cosa que no sea pura letra.
La solución atómica - que en el último
pleno contaba con muchos partidarios - ha sido descartada definitivamente: de todos es
sabido que de una guerra nuclear sólo salen vivas las ratas y las cucarachas.
Jajaja, ahora sí que me he pasado, ADIÓS.
NOTA: Por desgracia, no ha sido posible
ilustrar el presente artículo con todas las imágenes que desde un principio hubiera
deseado incluir, y es que la búsqueda en Google
no dio los resultados que esperaba: por alguna razón que se me escapa, la gente prefiere
adornar sus páginas personales con mujeres desnudas antes que con instantáneas de un
jodido barrio de mierda.
NOTA 2: Para acabar, el autor quisiera
aclarar que se ha quedado muy a gusto con la redacción de este artículo, y que éste no
es más que una exageración: en realidad la gente en Sants no apesta tanto como su olor
corporal podría dar a entender.
2002, Carlos Miguel Ruiz
SECCIÓN DE HUMOR
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