(¡Tachán!)
La historia de la civilización humana nos ha brindado grandes y extraordinarios relatos, narraciones que sobrevivieron al paso de los siglos para hablarnos de un tiempo lejano dominado por la violencia, la pasión y el exotismo.
Y precisamente hoy, en "Grandes relatos épicos de la historia de la humanidad", tengo el placer de presentarles la que para muchos es sin duda la mayor y más emocionante de todas esas historias: la historia del queso y su envasado.
No en vano, si por algo se ha caracterizado la especie humana desde sus inicios no ha sido desde luego por su inteligencia o por el uso de herramientas para modificar el entorno y otras chorradas, sino más bien por esa acusada tendencia suya a fabricar queso para envasarlo y comérselo luego, una actividad que nos mantiene a todos ocupados desde que el hombre es hombre y el queso, eso: queso.
Joder, es que ¿se lo imaginan? Llevamos 8.000 años privando a pobres y peluditas crías de mamífero de su alimento materno y ¿qué hacemos luego con ese alimento materno?
Pues pudrirlo controladamente y después fundirlo para producir algunos de los quesos más deliciosos que ha conocido la humanidad.
Hola, mi nombre es Carlos M. y están ustedes a punto de adentrarse en la que probablemente sea la página más oficial que haya tenido nunca el queso en Internet.
Si me lo permiten, yo seré su guía del queso durante la próxima media hora en la que hablaremos del queso, debatiremos en torno al queso, y acabaremos contándonos bromas unos a otros, cómo no, con la boca llena de queso.
Acompáñenme de la mano en este fascinante y untuoso viaje al centro del corazón del queso, pero antes...
El nacimiento del queso se pierde en la noche de los tiempos, y tal y como ocurre con otras conquistas fundamentales de la historia de la humanidad, como el descubrimiento del fuego o la invención de la rueda, por desgracia no ha llegado hasta nuestros días el nombre de su feliz inventor.
TABLA DE GRANDES DESCUBRIMIENTOS:
EL QUESO |
EL FUEGO |
LA RUEDA |
AMÉRICA |
Este desconocimiento práctico en torno al origen del primer queso ha ido dando pie con el paso del tiempo a innumerables mitos y teorías que a la postre sólo han servido para alimentar más la leyenda de tan legendario alimento.
Desde el cuento de una especie de australopithecus trashumante que un día va y descubre el queso de chiripa y le toca la lotería, hasta esa otra opinión, cada vez más extendida, de que el queso llegó de las estrellas como regalo de los extraterrestres, lo cierto es que históricamente aquí nadie se ha cortado a la hora de soltar la suya.
Sin embargo, dos cosas son las que sabemos a ciencia cierta sobre el queso: La primera - y gracias a la Biblia -, que ya en tiempos del Levítico la gente se abría la cabeza por un trozo de queso, y la segunda, que el dinero muy probablemente surgió en un principio como una mera herramienta para intentar mediar en las cada vez más complicadas transacciones de queso que caracterizaron el final del Neolítico.
Por otra parte, antiguos textos proto-sumerios, indescifrables durante eones, adquieren nueva luz a ojos de los expertos, precisamente ahora, al ser interpretados en clave de queso, revelando ante nuestros ojos una Alta y Baja Mesopotamia mucho más quesopotámicas de lo que nadie podía haber predicho.
Todo ello sin olvidarnos del antiguo Egipto, donde durante miles de años las pirámides han ocultado un secreto sólo al alcance de los "arquesólogos" con el olfato más fino.
El queso: ¿leche momificada o qué?
El problema con el que siempre acaba topándose todo investigador serio del queso, es evidente, es la falta de un paleoqueso o queso suficientemente antiguo como para ser datado con la prueba del carbono-14.
Y es que, a pesar de las numerosas excavaciones llevadas a cabo con este propósito, todavía nadie ha sido capaz de hallar el eslabón perdido del queso o la piedra Rosetta del queso.
Un grave contratiempo sólo superado gracias a la aparición en los últimos años de una cada vez más abundante aunque algo apócrifa literatura en torno a lo bien que le sentó a tal o cual personaje histórico comerse tal o cual tipo de queso.
Fue un poco así como el queso y sus circunstancias (como, por ejemplo, probar el queso del vecino) sentarían las bases del comercio a lo largo y ancho del Mediterráneo, adelantándose en varios siglos a los primeros intentos de viaje sin relación alguna con el queso.
Datos en apariencia inconexos, sí, pero que dibujan un escenario incontestable:
Desde los valles del Indostán hasta la rica Tartessos, una sola locura dominaba al hombre: la de fabricar más quesos - ripio este que ha llevado a no pocos estudiosos a poner en duda el sistema de las tres edades (Piedra, Bronce, Hierro) para hablar de una única edad significativa en la historia del hombre, la Edad del Queso.
Tanto en la Ilíada (1) como en la Odisea (6) se pueden encontrar menciones al queso, lo que indiscutiblemente sitúa a la leche fermentada en el nacimiento de la literatura occidental.
Pero las implicaciones del queso homérico podrían ir más allá de todo eso:
Como sabrán, la Ilíada recoge algunos de los episodios más relevantes de la guerra que mantuvieron griegos y troyanos por el rapto de Helena, una joven que, a juzgar de sus contemporáneos, estaba como un queso.
Y no falta quien ha querido ver esto último literalmente, tal vez incluso demasiado literalmente.
"DAME MI QUESO!"
Hoplitas luchando. Detalle de recipiente ático para guardar queso, ca. 560 - 550 a.C. - Museo del queso del Louvre.
Pero ¿de verdad estaba Helena de Troya hecha toda de queso, o es sólo que la Guerra de Troya se desencadenó por un queso que le robó Paris a Menelao?
La cuestión del queso heleno ha cautivado la imaginación de pensadores de todas las épocas pero, por sugerente que pueda parecernos esta teoría, conviene no precipitarse a la hora de sacar conclusiones, ya que dicha hipótesis no está exenta de problemas y nadie sabe cómo encajaría con episodios tan aceptados como la ira de Aquiles tras el reparto del queso o el Caballo de Queso de Troya. Es posible que nunca lleguemos a saber la verdad
En cualquier queso caso, bastaría observar la gran cantidad de topónimos griegos acabados en "-eso", como Quersoneso o Peloponeso, para darnos cuenta de la alta estima que los antiguos griegos debían tener por su queso: Un puñado de pastores y piratas a orillas del Mar Egeo que con el tiempo iban a sentar las bases del queso universal, como los quesocráticos.
Los quesocráticos no hacían sino continuar con la tradición iniciada siglos atrás por el célebre queso de Mileto, lo que no sirvió de mucho cuando la masa demócrata decidió someter a votación la eliminación física de su líder Sócrates, acusado de corromper a los jóvenes de Atenas con su queso corrompido.
Afortunadamente, las principales recetas quesocráticas fueron rescatadas tanto por Platón como por Aristóteles en sus tratados dedicados al Alma y al Estado del Queso, y gracias a ello todos tenemos hoy día uno o dos quesos quesocráticos en nuestra nevera, aun sin saberlo.
Sería Aristóteles además el preceptor de un joven príncipe macedonio: Alejandro Magno, al que transmitió los valores del queso heleno y del que se dice dormía siempre con un ejemplar de la Ilíada que le tocó de regalo en su primera remesa de queso.
Bien pero, ¿y los romanos y el queso?
Los romanos no hicieron más que perfeccionar el invento, llegando a extremos de sistematización como jamás volverían a verse hasta 1789, año de la revolución francesa del queso.
Para ello, los antiguos romanos no dudaron en incorporar cualquier innovación técnica con respecto al queso de sus pueblos vecinos, lo que llevó a César Augusto a proclamar en el año 39 a.C. el llamado Imperio (se entiende siempre, del queso).
El Imperio del Queso Romano duró cientos y cientos de quesos, extendiéndose a lo largo de varios continentes, y creando para sí la primera gran marca de queso de la historia, la del queso S.P.Q.R., que para los bárbaros que no lo sepan no significaba otra cosa que "Saluden Putos al Queso Romano", pero en latín.
Tan grande y vasta llegó a ser la influencia y el poder del queso S.P.Q.R. (Saluden Putos al Queso Romano) que yo, de verdad, sin ánimo de blasfemar ni nada, pero tal vez cabría preguntarse si la fermentación que consagró Jesús no fue de pan sino de queso.
Hasta se llegó a decir de Jesucristo que fue el único hombre en la tierra que de verdad valió su peso en queso, e incluso más que eso, un hecho único que desde entonces nadie ha logrado igualar.
Por eso desde ese día se suele representar siempre a Jesucristo con un queso simbólico flotándole sobre la cabeza.
Dicha fe por un queso nuevo llevó a una gran persecución de los quesuíticos y de los quesos cristianos que a partir de entonces pasarían a ser elaborados en catacumbas, lo que a la larga les proporcionaría un sabor y textura únicos.
De ahí la palabra catequesis, que daría corpus a un queso de carácter ecuménico muy estandarizado, aunque poco a poco cada vez habría más y más cismas del queso.
Muy pronto, y como consecuencia de las invasiones de godos, se produjo la caída del Imperio del Queso Romano y la humanidad entró en la Edad Media del Queso, quedando todos los quesos requisados para siempre en los monasterios. ¿Para siempre?
¿SABÍA USTED QUE.. ?
El queso es un producto alimenticio que se obtiene de cuajar leche de oveja, cabra, vaca u otros animales mamíferos (por ejemplo, todavía no hay queso de leche de hormiga).
No obstante, a pesar de su abundancia en nuestras vidas, a día de hoy el queso y su composición química siguen siendo un misterio.
Eso es porque el queso es uno de los elementos químicos más volátiles que se conocen y al contacto con la vista reacciona por evaporación, siendo pocos o más bien pocos, por no decir inexistentes, los ejemplares de porción de queso que sobreviven en ambiente de laboratorio.
Y es que, ya sea en forma de Cheetos, o intercalado en nuestros sandwiches, el queso es un elemento químico que en presencia humana tiende a desaparecer.
Es por eso por lo que en realidad no es mucho lo que sabemos sobre el queso, salvo que deberíamos estarle todos muy agradecidos, precisamente por eso: por estar como un queso. ¡Gracias, queso!
Tras tratar por todos los medios de devolver a la humanidad a los albores del ya referido queso atlante, los Illuminati, los masones, los cátaros y el Opus Dei, liderados por una escisión de arrepentidos del Ku Klux Klan, crearían en 1714, y con la energía del rayo, un robot llamado Benjamin Franklin que
Con todo, sería un hombre marcado por su apellido, Napoleón Bonaparte, quien llevaría sus ansias por la conquista del queso más allá de lo que ningún hombre jamás había soñado.
Aupado únicamente a lomos de su ambición, Napoleón creó 240 tipos de queso y conquistó media Europa para abrirles mercado.
Consumado estratega, Bonaparte supervisaba siempre una a una todas sus líneas de suministro, para que a sus soldados no les faltara nunca un trozo de queso antes de entrar en combate.
Para ello organizó el primer concurso público de envasado de queso, y aunque su campaña para promocionar le fromage en Rusia no fue un gran éxito que digamos, todavía hoy es considerado uno de los más importantes empresarios del ramo.
Lo cierto es que en el siglo XIX la humanidad entera había llegado a un punto de agarrar la idea general de tinaja o vasija y metérsela a su autor por el culo.
Había nacido la Era del Queso Industrial, una época caracterizada por los más espectaculares avances en la ciencia del queso, como el envase hermético o el queso fundido, e inventos tan útiles como la máquina de vapor o el ferrocarril, que liberaron a millones de animales de sus trabajos de carga para ponerlos de nuevo a hacer más queso.
De repente se daban avances en todos los campos del cheese, y en la ciudad de Viena, Sigmund Freud descubría la pulsión sexual por el queso, también llamada "psiquesis", de la que en mayor o menor medida todos somos culpables.
Este exceso de queso, sin embargo, no iba a salir de gratis: Pronto dos potentes ideologías iban a articularse en torno a cómo debía organizarse el reparto de queso en la sociedad. Ambas dejarían una dramática huella en el queso del Siglo XX.
Tras la firma del Tratado del queso de Versalles y su posterior ronda de degustaciones, que pondrían fin a la Gran Guerra del Queso, las potencias europeas disfrutaron de un breve período de paz conocido como los "locos años 20", en el que la gente se lanzó alegramente a jalar más queso del que honestamente nadie podría jamás producir, provocando así el crack del queso del 29 y la Gran Depresión, por tener que dejar de comerlo.
Al mismo tiempo, en Alemania, las delirantes teorías nazis de Adolf Hitler sobre cómo los judíos se dedicaban a sabotear en secreto la producción de queso teutón empezaban a cuajar entre la población.
No tardó en desarrollarse una clasificación del queso racial, basada en la supuesta superioridad del uberkäse o superqueso ario sobre el unterkäse o infraqueso kosher, que llevaría a la implantación en toda Alemania de un régimen de queso único y criminalmente malo, como se vio tras la guerra en el Proceso al queso de Núremberg.
Estamos hablando de los horrores del queso nazi, y de cómo Hitler, apoyándose en las más modernas técnicas de propaganda, exageró las cualidades de los productos lácteos del Tercer Reich en un intento deliberado de engañar al consumidor medio alemán.
Ahora bien, cómo un pueblo culto y refinado como el germano pudo estar diez años y pico comiéndole el queso a Hitler, ni idea, pero con la peste a podrido que eso metía, algo se tuvieron que oler, a mí que no me jodan.
Un queso el hitleriano que si bien borró del mapa europeo a los quesos franceses y otros quesos degenerados, acabó perdiendo la guerra contra el queso bolchevique-soviético de Stalin, hecho con leche en polvo caducada estadounidense y producido a gran escala.
Incapaz de digerir algo así, y temiendo las demandas por publicidad engañosa que le aguardaban, Hitler decidió quitarse de en medio de un tiro mientras su fräulein, Eva Braun, se atragantaba con un trozo de semicurado nazi untado en cianuro, para matarle el sabor.
Terminaba así el sueño, más bien pesadilla, de un gran queso alemán unificado.
Y por fin es el turno de hablar, amigos, del que probablemente sea nuestro mayor logro como especie: la llegada en 1969 del hombre a la Luna para comprobar si de verdad la Luna estaba hecha de queso o qué.
Un evento histórico retransmitido a todo el planeta que congregó frente al televisor a más de 500 millones de espectadores dispuestos a presenciar el primer contacto de la Humanidad con un queso alienígena.
Ni que decir tiene que dicho encuentro jamás llegó a producirse, y no por falta de ganas, sino porque la composición química de la Luna y su estructura molecular resultaron al final estar totalmente desprovistas de queso.
Es difícil imaginar un medio tan hostil al hombre como el espacio exterior: sin oxígeno, sin queso... Pero precisamente gracias a esta contingencia la NASA pudo mostrarle al mundo lo más grande que se ha inventado nunca: el quesito.
Un queso exquisito, el quesito fue la respuesta tecnológica de los ingenieros de la NASA al reto de proporcionar a los astronautas su ración de queso en el espacio. Cómodas porciones individuales de queso presurizado envasadas en material reflectante y con tirilla roja.
Desde entonces la frase: "Un pequeño queso para el hombre, un gran salto para la humanidad" ha pasado a la historia como el inicio de la era del queso espacial, que nadie sabe cómo ni cuándo acabará pero sin duda está llamada a ser la mayor empresa del hombre, sobre todo en cuanto al queso se refiere.
Y es que, como dijo una vez alguien más sabio que yo: "El Universo es más inconcebiblemente grande que inconcebible el Planeta del Queso". Por eso a día de hoy nuestros científicos continúan buscando en el cosmos señales de queso extraterrestre, en especial en la parte más vieja de la Vía Láctea.
La humanidad, en su loca carrera por fabricar cada vez más y más variados tipos de queso, ha llegado a producir quesos de los más diversos mamíferos, por ejemplo queso de leche de perra - toda una delicatessen en Corea.
Pero ¿qué nos deparará el futuro? Y me refiero, obviamente, a qué nos deparará el futuro en términos de queso.
Bien, con la intensificación de la explotación ganadera y la mejora en nuestras técnicas para esclavizar y hacer miserables las vidas de otras especies de animales hasta ahora inaccesibles y/o demasiado jodidas como para dejarse manipular las tetas, sinceramente hemos de admitir señores que el futuro de nuestros quesos no podría ser más halagüeño.
Así, quesos quiméricos con los que hasta hace unos años uno sólo podía atreverse a soñar, poco a poco irán siendo cada vez más asequibles. Quesos para los que además de un par de ubres se requerían también un par de huevos. Por citar sólo algunos ejemplos:
Queso de gorila. Queso de elefanta. Queso de rinoceronta. Queso de ballena. Y, personalmente, mi favorito: Queso de cachalota alimentada con los más tiernos y selectos krakens.
Es más, incluso que se joda la naturaleza (jódete, puta) porque gracias a nuestros increíbles avances en el campo de la ingeniería genética, el futuro de la humanidad con respecto al queso está 100% asegurado, ahora que los técnicos de nuestras principales multinacionales alimentarias poseen el conocimiento para hacer crecer un par de tetas de prácticamente cualquier cosa.
Queso de pared, queso de piedra, queso de la pantalla del ordenador, queso de qué coño es esta mierda...
Es simplemente cuestión de introducir donde se quiera el gen de "por favor, haz que de aquí salga una teta".
QUESOGRAFÍA SELECTA |
Ingredientes |
Puntuación |
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Queso Kiri |
Queso fresco (50%), nata (27%), agua, proteínas de la leche, sales de fundido (polifosfatos, fosfatos y citratos de sodio), sal, gelificante (carragenanos). |
7 |
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Tranchetes |
Leche desnatada rehidratada, quesos, proteínas de la leche, mantequilla, almidón modificado, sales de fundido (citratos y polifosfatos de sodio), sal, corrector de acidez (ácido cítrico) y conservador (sorbato potásico). |
7,5 |
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Mini Babybel |
Leche, sal, fermentos lácticos, coagulante de leche microbiano. |
6,5 |
|
La Vaca |
Leche desnatada rehidratada, quesos, mantequilla, sales de fundido (polifosfatos, citratos, difosfatos, ácido cítrico, fosfatos de sodio) y sal. |
7,5 |
|
Philadelphia |
Leche, nata, sal, estabilizantes (E401, E410, E407), conservador (E202). |
7 |
Y llegamos así, amigos, al final de este excelente artículo. Espero de corazón que hayan disfrutado de mi queso tanto como yo disfruté haciéndolo. Volviendo la vista atrás veo que tuvimos queso, un montón de queso y después qué más? Espera, sí: ¡Más queso!
Así que, sinceramente, si este artículo no mejora la Internet un 210%, yo plego.
Esta fue, en resumen, mi historia de la humanidad contada en clave de queso, muchas gracias.
Y ahora díganle adiós al relato de queso más épico que jamás leyeron.
ADIÓS, RELATO DE QUESO ÉPICO!!!!