Grandes relatos de ciencia ficción de baratillo presenta...
"Como un perro que vuelve a su vómito,
así es el necio que repite su necedad."
- Proverbios 26:11
Como cada mañana, lo primero que hizo la señora Winthrop nada más despertar fue abrazar a su perrita. Extrañada al comprobar que el animal no estaba con ella en la cama, comenzó a llamarla.
- ¿Daisy? ¿Daisy? ¿Daisy, cariño, estás ahí?
La señora Winthrop bajó las escaleras y, horrorizada, exclamó:
- ¡Huy!
Su querida y dulce perrita Shih Tzu estaba tirada patas arriba en el suelo del salón, muerta.
- Oh, querida...
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[CARETA DE NOTICIAS - "WORLD NEWS"]
PRESENTADOR: Buenas noches, América. Una catástrofe tan trágica como inexplicable ha ocurrido hoy en todo el planeta.
PRESENTADORA: Así es, Greg. Todos los... pobres perros... [ROMPE A LLORAR]
PRESENTADOR: Disculpen a mi compañera Susan. Como ven, se encuentra muy afectada.
Lo que queremos decir es que hoy, 16 de Julio de 2021, en la que es sin duda una jornada trágica para la humanidad y para la especie canina, todos los perros del mundo se han muerto. Hoy, señoras y señores, el mejor amigo del hombre se ha extinguido de la faz de la Tierra.
PRESENTADORA: [MÁS SOLLOZOS]
PRESENTADOR: Nos hallamos ante una desgracia de alcance global que desafía toda lógica.
¿Se trata de una enfermedad, un virus, o tal vez un aviso de la madre naturaleza? Los expertos no se ponen de acuerdo y mientras los desconsolados dueños de perros de cinco continentes buscan respuestas, en Twitter el hashtag #genodogcide ha sido número uno todo el día.
Mientras tanto, de los 120 testimonios de perros supervivientes que habrían surgido a lo largo del día, 117 han sido ya descartados como falsos, quedando en estos momentos tres casos en Alaska aún por confirmar.
Ahondaremos en este asunto dentro de unos minutos en nuestro panel de análisis dedicado en exclusiva a esta gran hecatombe canina.
PRESENTADORA [RECUPERANDO POCO A POCO LA ENTEREZA]: En otras noticias, un terremoto en Sri Lanka ha causado ocho millones de muertos cuando, atención, nos llega una información de última hora: los tres casos de perros supervivientes que quedaban por confirmar en Alaska [VUELVE A LLORAR] no son más que otro... otro maldito bulo. [MÁS SOLLOZOS]
[MOMENTOS DE CONSTERNACIÓN EN EL PLATÓ, SE OYE UN "OH DIOS MÍO"]
[SILENCIO LARGO Y GRAVE]
PRESENTADOR: Requiescat in pace, Canis lupus familiaris.
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El detective Mike A. Navarro se encendió un cigarrillo apenas liado y se arrepanchungó en la silla de su despacho. Una vez espatarrado a placer, comenzó a hojear el periódico de hacía dos días.
Al parecer, un individuo había lanzado su camioneta a toda velocidad contra una manifestación de antiperrunos - fanáticos que salían a la calle para celebrar la desaparición de los perros -, atropellando y matando a diez de aquellos desalmados para, acto seguido, dar marcha atrás y rematar a tres más por lo menos. Tras ser reducido el sujeto declaró que los manifestantes se lo merecían.
Fundamentalistas religiosos quemaban iglesias por todo el país en represalia contra Dios por, según ellos, "ponerse en modo Antiguo Testamento y cargarse a mil millones de perros". "Dios es un puto borde", añadía otro.
Directivos de una conocida marca de comida para mascotas, linchados en la calle tras ser acusados de envenenar a todos los perros del planeta. Las crudas imágenes que acompañaban el reportaje hablaban por sí solas.
En la página seis, la economía no paraba de caer en picado: Entrenadores, cuidadores y peluqueros caninos protestaban por la repentina pérdida de sus puestos de trabajo, mientras la droga empezaba a pasar tranquilamente en palés, contenedores y transatlánticos por las aduanas de todo el mundo.
Un columnista por lo general serio y ponderado señalaba que la gran mortandad canina había tenido lugar durante el ascenso de Sirio, y que detrás de un evento de extinción tan masivo sólo podían estar los extraterrestres. Y ojo que los canes cabrones no fueran a resucitar al séptimo día en versión "La venganza de los perros zombi".
Por fin, en la página diez, algo de esperanza:
La ONU, la OMS, el G-7, el G-8 y el G-33 habían puesto en marcha un comité científico de emergencia para clonar especímenes de perro a partir de material genético enviado de todas partes del globo. Un poco como Jurassic Park, pero con chuchos.
El diario cerraba con la sección de sucesos por desgracia ya tan habitual esos días:
En Minesota una señora atacada tras tratar de adoptar un coyote. La mujer presentaba heridas de extrema gravedad en el rostro y los médicos temían seriamente por su vida. Sin embargo, lejos de detener el fenómeno, este hecho parecía haber disparado los intentos de domesticación en masa de, no sólo coyotes, sino también lobos, chacales, hienas y en Australia incluso dingos. Una moda que se extendía a especies menores como licaones y zorros cangrejeros.
El detective Mike A. Navarro encendió su aparato de televisión que no tenía HD ni pulgadas ni nada y después se dirigió al baño para lavarse la cara y mirarse al espejo dramáticamente aunque fuera un poco sin venir a cuento.
En la televisión estaban dando reposiciones de viejas películas de Lassie.
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En directo, desde Times Square:
"Dios odia a los perros"
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Lo habían tenido todo..., y ya no tenían nada.
Desgarrada por el dolor, Richarda Ray Rothschild-Rockefeller IIIª salió a la terraza, y allí se quedó, bajo la pálida luz de la Luna, sosteniendo entre sus brazos el cuerpecito inerte y semidescompuesto de su caniche Rosie, que llevaba ya muerta cinco días.
- Oh, Nick... ¡Estoy de verdad tan triste y desconsolada por la muerte de nuestra adorable mascota!
Nick, que se encontraba a unos pasos de ella - la idea de salir a la terraza había sido suya -, hizo ademán de acercarse, pero después se lo pensó mejor.
Una nube de moscas seguía a Richarda Ray, arremolinándose en torno a ella y el cadáver del chucho, mientras un engrudo nauseabundo salpicado de tropezones y grumos marrones y verdes goteaba sobre su vestido de gasa.
- Te noto distante, Nick.
Incluso desde esa distancia, y con la tenue iluminación del jardín, Nick podía apreciar cómo empezaba a constituirse en el rostro de Richarda Ray un eccema con la forma del estado de Massachusetts.
- Abrázame, Nick.
Cualquier otro hubiera salido pitando de una situación así, pero él no podía: Aquel era el pelotazo de su vida, joder, Richarda Ray Rothschild-Rockefeller IIIª, heredera de una de las mayores fortunas del mundo. El 1% del 1% del 1% (el 0.0001%) de la población más rica del planeta. Un braguetazo que ni en sueños.
- ¿Sabes qué he pensado, Nick?
Richarda Ray se sentía ahora reconfortada entre los firmes y robustos brazos de Nick, aunque al apretujarse, y con la presión del achuchón, un mejunje inmundo se desprendiera de la carcasa podrida de los restos de Rosie.
- He pensado que tengamos un hijo y llamarle "Rex", como mi primer perrito. Lo sacaré a pasear con correa y le llevaré a clases de yoga.
Nick no respondió porque ya no estaba con ella, se había esfumado. Lo cierto es que Nick nunca había estado allí, ni en la terraza ni en ninguna otra parte, por la sencilla razón de que Nick no existía. No era más que un delirio, el producto de una mente perturbada y enferma.
La muerte de su perra y la imposibilidad de reemplazarla habían hecho enloquecer a Richarda Ray Rothschild-Rockefeller IIIª hasta el punto de perder por completo la chaveta: estaba como una puta cabra.
Su padre la observaba con tristeza desde la ventana, pero también desapareció, porque era otra alucinación.
Un espectador que comía palomitas viendo la adaptación al cine de esta escena se quedó tan boquiabierto que las palomitas se le cayeron de la boca y dijo:
- Pero qué coño, man.
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1 de Agosto de 2021.
Comité científico de emergencia.
Lugar: la más avanzada instalación científica de Suiza, a trescientos metros bajo tierra.
CIENTIFICO JEFE: Señoras, señores... No hará falta que les recuerde por qué estamos aquí: Ahora el futuro de la especie canina depende únicamente de nosotros. Nuestra misión es hacer volver al perro de entre los muertos a partir de ADN canino viable.
CIENTÍFICO FRIKI: O sea, un poco como...
CIENTÍFICO JEFE: Sí, como Jurassic Park pero con perros.
Si todo va bien, en un año esperamos tener la primera pareja de especímenes y en dos o tres comenzar a hacer entrega de los primeros ejemplares a particulares. Por supuesto, estamos hablando de un proceso muy complicado y costoso, así que al principio sólo los más ricos y pudientes podrán permitirse un ejemplar, pero con el tiempo y el abaratamiento de los costes de producción...
CIENTÍFICA SEXY: Disculpe.
CIENTÍFICO JEFE: Diga.
CIENTÍFICA SEXY: ¿De verdad nadie va a decir nada?
CIENTÍFICO JEFE: ¿A qué se refiere?
CIENTÍFICA SEXY: Toxocara canis. Coenurosis. Hidatidosis.
CIENTÍFICO JEFE: Por favor, ¿tendría a bien ilustrarnos?
CIENTÍFICA SEXY: Por supuesto: Toxocara canis, Coenurosis, Hidatidosis. Todas ellas enfermedades parasitarias que acaban en el hombre y tienen su origen en el perro. Estamos hablando de asquerosos gusanos reptando hasta nuestro cerebro o dejándonos ciegos. Se calcula que sólo en Estados Unidos el 14% de la población está afectada de la primera enfermedad. ¿De verdad queremos volver a eso?
CIENTÍFICO JEFE: Perdone pero, ¿ha dicho vd. "gusanos reptando hasta nuestro cerebro"? Joder, ¿por qué nadie me informó de eso?
CIENTÍFICO LOCO: Oiga, ¿y no podríamos dedicar toda esta ingente cantidad de recursos en resucitar algo más chulo? Por ejemplo, un tigre dientes de sable.
CIENTÍFICO FRIKI: Sí, eso, ¡un Smilodon!
[LOS CIENTÍFICOS LOCO Y FRIKI HACEN UN HI FIVE]
[SE PRODUCE UN PEQUEÑO ALBOROTO. ALGUNOS CIENTÍFICOS SE LEVANTAN INDIGNADOS. "ESTO ES UN ESCÁNDALO", "YO DIMITO", ETC.]
CIENTÍFICO JEFE: Bueno, a ver, calma, por favor, calma... Tal vez podamos llegar a un compromiso, como una especie de perro mejorado: resistente a los parásitos y que cague en retretes. Un perro dientes de sable quizá.
[MURMULLOS EN LA SALA]
CIENTÍFICO JEFE: ¿Saben qué? A la mierda: lo decidiremos en referéndum.
TODOS: Eso eso, ¡referéndum!
[JOLGORIO UNIVERSAL]
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Esto era el Armagedog, el Holocausto Canino.
Los mercados se desplomaban, los bancos entraban en default, las ciudades ardían en el horizonte. La gente se moría en la calle como..., bueno, iba a decir como perros pero, dadas las circunstancias, no sé si sería apropiado.
Los países caían uno a uno como fichas de dominó: En Europa del Este pocos estados quedaban ya que no fueran fallidos, y en Corea las familias recurrían a la antropofagia. El mundo se había sumido en el caos y la anarquía.
Es curioso que la desaparición de un simple animal de compañía, por muy popular que fuera, pudiera provocar todo esto. Alguno incluso se preguntará si no es un tanto exagerado.
Pues no lo sé pero a mí no me miren. Tampoco es como si yo me estuviera inventando esta mierda, yo sólo me limito a contarles lo que pasó.
Quizá es que vivíamos todos en una sociedad tan justa de amor, lealtad y entrega que quitabas a los chuchos de la ecuación y se nos iba todo al carajo.
O tal vez es que los amantes de los perros eran psicópatas, psicópatas cuyos más bajos instintos habían estado todo este tiempo reprimidos por el hecho de poseer una mascota y una vez sin esta daban rienda suelta a su depravada naturaleza.
Pero sin duda lo peor, lo que provocaba más angustia y desconcierto, era no saber qué diablos había motivado el apocalípsis perruno. Incluso los más recalcitrantes haters caninos no podían negar cierta inquietud. Y es que ninguna de las muchas autopsias llevadas a cabo había revelado nada fuera de lo común, por lo que seguía sin saberse muy bien a santo de qué venía tanta mierda de perro muerto.
Algunos hasta se preguntaban qué sería lo siguiente: ¿los gatos, los hamsters, los peces de acuario? ¿O puede que algo más fuerte, como los niños o los bebés?
Una misteriosa música de theremín sobre una base de hip hop lento comenzó a sonar de alguna parte.
Arriba, en los cielos, la estrella de Sirio estaba en su cénit.
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"Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros,
guardaos de los mutiladores del cuerpo."
- Filipenses 3:2
Por primera vez en seis semanas la puerta del laboratorio secreto de Suiza se abrió.
Richarda Ray Rothschild-Rockefeller IIIª retiró del scanner el pase de seguridad que le había dado su papá y se hizo a un lado, mientras las pesadas compuertas del complejo se retraían, expulsando una mezcla de humo y vapor que no se sabía muy bien qué era, y unas luces naranjas se iluminaban y la alarma hacía "EEEH! EEEH! EEEH! EEEH!" y así, pero en plan que como todo el rato.
Junto a Richarda Ray estaban la señora Winthrop y el detective Mike A. Navarro, y un poco más atrás un grupo de diez o doce zarrapastrosos de toda edad, etnia, religión y orientación sexual que por problemas de presupuesto se habían visto reducidos a una sola persona (representada eso sí con mucho respeto y muy dignamente), a la que llamaremos Bill.
Había sido un largo viaje desde su primer campamento de supervivientes en Oklahoma, pero por fin lo habían conseguido.
Richarda Ray y la señora Winthrop conseguirían sus ejemplares de perro, los cruzarían entre sí, repoblarían el mundo de chuchos y todo volvería a ser como antes.
Y si aquella mierda de plan no funcionaba siempre podían quedarse en el laboratorio, sería un magnífico refugio. Estaba hecho a prueba de bombas y toda clase de hostias, y dentro había provisiones y recursos renovables de sobra para todos. También estaba lleno de científicos, personas cultas, agradables y refinadas con titulación universitaria, con las que llegado el caso podrían cruzarse y repoblar el planeta.
Sí, aquel sitio era su única oportunidad: el último bastión de la civilización tal y como la conocemos.
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Se adentraron por oscuros pasillos e interminables corredores repletos de tuberías y más vapor de agua - en serio, no sé qué cojones pasaba con el vapor de agua. Toda esa humedad luego se condensa y jode los aparatos eléctricos. ¿Soy yo el único que se preocupa de estas cosas?
Las instalaciones estaban desiertas y todo parecía demasiado silencioso. El detective Mike A. Navarro iba a la cabeza del grupo con una linterna en la mano.
- Algo no anda bien...
Era la señora Winthrop. Cubría el flanco portando un hacha en los brazos, y le costaba avanzar por culpa del reúma y la humedad del lugar.
Richarda Ray creyó entonces oír algo.
- ¿Mi perrito?
Lo primero que vieron fueron los ojos. Aquellos ojos miraban al vacío con una expresión de puro terror. Eran los restos del científico friki. Del pobre diablo sólo quedaban la cabeza, el torso y un brazo. Las partes que faltaban - el otro brazo y las dos piernas - parecían haber sido arrancadas de cuajo.
- Por Dios, ¿quién o qué haría algo así?
- ¡Mirad! - gritó Bill, señalando hacia arriba.
El detective Mike A. Navarro apuntó con su linterna a lo alto de la pared, donde alguien había escrito con sangre las palabras: "BIENVENIDOS AL INFIERNO".
- Tíos, esto no me gusta nada. - dijo Bill, visiblemente nervioso. - Por otra parte, ¿cómo habrán escrito eso allá arriba? ¿Creéis que usaron una escalera?
- Será mejor que sigamos.
Avanzaron con cuidado. Esta era la típica situación en las pelis en las que aparecía un gato y te llevabas un susto de cojones, y ninguno quería asustarse por una mierda de gato y quedar como un gilipollas. El puto susto del gato, man. Lo único que había peor que eso eran los flashbacks.
- Vigilad ahora cuando salga el gato. - dijo Mike A. Navarro. - Y que ninguno se me ponga en plan flashback.
En realidad ya era demasiado tarde porque Bill, que se había quedado algo rezagado del grupo, llevaba ya un buen rato el hijo puta poniendo cara de flashback. Pretendía hacernos tragar a todos no sé qué mierda de episodio significativo de su infancia, como si llegados a este punto a alguien pudiera importarle un carajo.
El cabrón se habría salido con la suya de no ser por el gigantesco perro de tres metros de alto y tres cabezas y dientes de sable que, tras aparecer de la nada, empaló a Bill entre sus afilados colmillos y lo levantó en el aire como si fuera un muñeco. Después comenzó a tirar de él, disputándoselo a sí mismo con cada una de sus tres tremebundas fauces.
- Ahhh - gritaba Bill. - ¡Mierda de flashbacks! Si salgo de esta juro por Dios no volver a hacer nunca más un flashback!
Una de las cabezas le separó lentamente las piernas de la cintura mientras, sujetado por la cabeza de en medio, la otra iba y le arrancaba un brazo. El pobre Bill no podía creerse lo que le estaba ocurriendo.
- Oh, tío, ¿lo dices en serio? Vamos, no me jodas.
Entonces pudieron ver a la criatura en todo su horrendo esplendor: Además de tres metros de altura y tres cabezas con dientes de sable, aquel engendro monstruoso tenía cola de serpiente, y alas de murciélago, y tentáculos de calamar gigante. Para colmo parecía invulnerable a las balas, como comprobó el detective Mike A. Navarro.
Por el amor del dulce niñito Jesús, ¿qué clase de mierda habían creado esos científicos hijos de puta?
Richarda Ray perseguía a aquel ser para darle en el culete, gritándole "Perro malo, perro malo", mientras Bill se retorcía de dolor y con sus últimas fuerzas gimoteaba:
- Ah, mierda de flashbacks, tío, me cago en la puta, joder...
Quien tuvo algo más de suerte fue la señora Winthrop que, con ayuda de los efectos especiales y una pantalla de croma, logró trepar por la espalda del animal y, no sin dificultad, hundir su hacha en el lomo de aquella bestia del infierno.
Cerbero XXXI soltó tres terribles y últimos rugidos y se derrumbó, fulminado, mientras un doble con peluca de anciana daba un salto mortal y la señora Winthrop llegaba a tierra sana y salva.
Lo poco que quedaba de Bill se debatía ahora entre la muerte y una muerte mucho más dolorosa.
- Decidme, ¿es grave? ¿Qué pinta tiene? Yo creo que me voy a poner bien. Me pondré bien, ¿verdad? Tengo tantas ganas de vivir... Quiero construir un orfanato, y hallar una cura para el cáncer, y aprender a ir en bicicleta sin manos y...
Ah, el bueno de Bill... A juzgar por sus heridas se tendría que haber muerto hace ya más de ocho horas, pero ahí seguía el tío, viviendo, haciendo de tripas corazón para proporcionarnos un último de esos dorados momentos de alivio cómico. Y pensar que ustedes se metían con él por un mísero flashback... Debería darles vergüenza, cabrones racistas.
Iban a decir todos una oración por Bill, y quizá pasar un vídeo musical en sus cabezas con recuerdos gratos de él como aquella vez en Oklahoma cuando se comió un ciempiés, pero entonces la rejilla de un conducto de ventilación se abrió y una figura se acercó al grupo desde la penumbra.
- No disparen, no disparen, por favor, ni me claven tampoco un hacha: soy yo, la científica sexy.
Era, en efecto, la científica sexy. La reconocieron por la bata blanca de científica, la minifalda, las medias de rejilla y el liguero. Completaba el atuendo con varias capas de maquillaje, unas gafas de esas que colgaban del cuello con cadenilla y una blusa entreabierta que dejaba entrever un escote de infarto.
- Es un placer verles, caballeros. Soy la doctora Scarlett McScience.
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"Y dijo el filisteo a David:
¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos?"
- 1 Samuel 17:43
En su faceta como investigador privado, el detective Mike A. Navarro había conocido y tratado con todo tipo de científicas sexy y mujeres fatales, y ya no quería saber nada de eso. Él era un detective muy duro, y cuando le presionaban podía llegar a ponerse más duro todavía. Apuntando con su linterna a la científica sexy, dio comienzo al tercer grado.
- ¿Dónde están los demás científicos?
- Están todos muertos, ¿sabe?
- Perro malo. - dijo Richarda Ray.
- Eso, perro malo de cojones. - añadió la señora Winthrop.
- Oh, por Dios, deberían ustedes escucharse, con su moralidad burguesa, incapaces de ver un palmo más allá de sus narices. Cerbero XXXI era un magnífico ejemplar, resistente a los parásitos y que cagaba solo en el retrete. Era muy pulcro y aseado. Les reto a que encuentren una sola plasta de perro en todo el recinto.
- Ya, vale pero... ¿Tres metros? ¿Tres cabezas? ¿En serio?
- Por no hablar de los tentáculos de calamar pero, qué quieren que les diga... - La científica sexy se encogió de hombros. - Si me preguntan, en mi opinión, antes de que ustedes lo mataran ese bicho era la prueba viviente de que el sistema asambleario no funciona.
Mike A. Navarro se levantó de la improvisada mesa de interrogatorio, frotándose la nuca, exasperado.
- Oigan, vale, está bien: - concedió ella. - Tal vez nos excedimos un poco, pero también qué esperaban... Nos dieron fondos ilimitados, ¿entiende? ¡Fondos ilimitados! ¿Qué clase de tarado le da a un grupo de científicos fondos ilimitados?
- Odio reconocerlo - concedió la señora Winthrop. - pero en eso la zorrita lleva razón.
Maldita sea, estaban en un callejón sin salida. Mike A. Navarro apagó su noveno cigarrillo en cadena y, frotándose los ojos, hizo un esfuerzo por recapitular.
- Supongamos por un momento que lo que dice es cierto y no es ningún puto timo. En ese caso sólo queda una cosa por aclarar y es... ¿qué hay detrás de esa puerta? - el detective señaló un pequeño detalle de dos metros de alto y con bombilla sobre el dintel que se nos había pasado a todos por alto.
[MÚSICA DRAMÁTICA]
Desoyendo los subsiguientes gritos de "Noooooo" y "Noooo, nooooooo" de la doctora Scarlett McScience, Richarda Ray Rothschild-Rockefeller IIIª abrió la puerta con el cartel que ponía "CUARENTENA, NO ENTRAR" y regresó al cabo de un rato trayendo consigo una cesta con dos perritos en su interior.
- Mi perritos.
Eran dos cachorritos de Beagle y, Dios, eran tan bonitos... Intentaban encaramarse a la cesta para mirar a su alrededor, agitando sus colitas, curiosos, pero se caían para atrás porque todavía eran muy pequeños y ah, eran tan supercuquis...
- Tienen que detenerla. ¿Es que no lo ven? Esos dos chuchos son una bomba de neutrones biológica. - gritó la doctora McScience. - Encerramos en ese cuarto al científico loco cuando se contagió de los gusanos parásitos que te reptan hasta el cerebro. Pero qué hacen, ¡suéltenme!
Acababan de esposarla a la silla con la típica excusa machista de "Oh, es una mujer sexualmente independiente, vamos a esposarla a la silla no sea que se ponga histérica". Pues saben qué: que eso la puso más histérica.
- No estoy loca, joder. Al menos mírense el enlace de la Wikipedia que les puse más arriba.
Richarda Ray en cambio se encontraba como en trance, feliz, flotaba en el paroxismo.
- Mi perritos.
Con aquellos dos cachorrillos de Beagle en su poder, salvaría a la Humanidad. Los habitantes del páramo radioactivo lo dejarían todo para postrarse ante ella y reverenciarla. Sería la emperatriz de un mundo que renacería de sus cenizas, como una nueva Virgen María. Y lo mejor de todo es que además tendría dos perritos.
- Mi perritos.
Scarlett McScience se levantó como pudo con la silla colgando a la espalda y, en un último gesto de dignidad personal, se lanzó contra Richarda Ray, en un desesperado intento de placarla y, tal vez así, salvar al mundo del peligro de los parásitos platelmintos.
Pero el detective Mike A. Navarro, que estaba ojo avizor, desenfundó su Colt 45 y abrió fuego contra la doctora de la wea sersy, impactando en ella a cámara superlenta, no una ni dos veces, sino dieciocho. Normalmente uno solo de esos proyectiles hubiera parado a un elefante en el sitio, así que la científica sexy y la silla a la que estaba esposada acabaron dando volteretas.
Aprovechando el despliegue de violencia sin sentido que tenía lugar (en serio, WTF?), la señora Winthrop, hacha en mano, corrió hasta Richarda Ray, con los ojos de color rojo brillando como células fotoeléctricas.
¿Es que la señora Winthrop era, después de todo, un jodido robot, tal vez un jodido robot que había venido del futuro para llevarse a los perritos? Yo ahí lo dejo.
No era momento de elucubraciones: sin perder un segundo más de lo necesario, el detective Mike A. Navarro rodó por el suelo y, ejecutando una impecable demostración de la posición de disparo rodilla en tierra, llenó de plomo a la señora Winthrop, haciéndole morder el polvo.
Ajena al tiroteo y a la masacre a su alrededor, Richarda Ray seguía caminando hacia el exterior, riéndose con las monerías de los cachorritos y haciéndoles cuchi cuchi.
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"'Y a Jezabel la comerán los perros en el campo de Jezreel, y no habrá quien la sepulte'.
En seguida abrió la puerta, y huyó."
- 2 Reyes 9:10
El detective Mike A. Navarro se permitió sonreír con la satisfacción del deber cumplido, aunque empezaba a notar un creciente picorcillo que le impedía cerrar el caso y dar carpetazo al asunto. Su olfato de sabueso le decía que algo ahí olía como a perro muerto.
Y es que no había podido dejar de observar lo mucho que había degenerado la historia en los últimos dos o tres capítulos, mientras los rasgos de sus protagonistas se perdían como lágrimas en la lluvia en una burda sucesión de clichés y lugares comunes.
La pregunta que cabía hacerse, pues, era evidente: ¿eran todos ellos reales, o no eran más que el producto de la imaginación de Richarda Ray, una alucinación más de su mente perturbada y enferma? Como sombras chinas en la pared, o proyecciones de luz que atravesaran un prisma quebrado.
Si lo piensas, era la única explicación que quedaba ya con un mínimo de sentido.
El detective Mike A. Navarro tenía que averiguarlo, así que encañonó a Richarda Ray y disparó.
La primera bala acertó a Richarda Ray en el hombro, le fracturó el hueso llamado escápula u omóplato/omoplato y le arrancó el brazo derecho del sitio, que quedó colgando de un par de tendones, aunque absorta como estaba en sus cachorritos, Richarda Ray ni se inmutó.
El siguiente proyectil era especial: una bala explosiva, de cabeza hueca y con la punta de uranio. Atravesó a Richarda Ray por la espalda y le dio de lleno en el corazón pero, hallándose éste tan henchido de amor por los perritos, el proyectil resultó desviado, yendo a parar al cerebro y causándole la muerte instantánea.
Richarda Ray Rothschild-Rockefeller IIIª cayó de bruces, y del impacto contra el hormigón armado se le saltaron todos los dientes. El golpe fue tan violento que la bala alojada en su cerebro se desplazó unos milímetros, lo justo para devolverla por un momento a la vida. Richarda Ray intentaba ahora respirar, boqueando sobre su dentadura desparramada, mientras una burbuja de sangre y moco que le salía de la nariz se inflaba y se desinflaba.
Eso sí, los dos perritos estaban bien, afortunadamente. De puro milagro no les había pasado nada. Se acercaron a Richarda Ray e, ignorando sus ruegos, comenzaron a comerle la cara a mordisquitos, salvo la parte esa en la que Richarda Ray tenía un eccema.
El detective Mike A. Navarro se miraba las manos, los brazos, las piernas, el cuerpo... Joder, seguía estando allí, era real y no se había desvanecido como una alucinación o un espectro ni nada.
Eso significaba que su olfato de sabueso le había fallado. Probablemente se le había muerto con los perros y las otras cosas de perros por los efluvios maléficos que los vientos solares arrastraron desde la estrella de Sirio.
Él, que había estado en la guerra del Vietnams y también en la del Golfo, ahora había matado a tres personas inocentes y se había convertido en un asesino.
Sólo quedaba una cosa por hacer:
Colocándose el cañón de su Colt 45 en la boca del paladar, el detective Mike A. Navarro apretó el gatillo, volándose literalmente la tapa de los sesos.
Los dos perritos salieron afuera e hicieron su primera caquita en una zona de paso para que todos la pudieran pisar, y ladrándole a la menguante estrella de Sirio - y luego de bostezar un poco - se encaminaron animadamente hacia el horizonte.
Los cachorrillos de Beagle, por fin libres, corrían hacia el amanecer.
Y así fue un poco, amigos, como quizá no tanto la Humanidad pero desde luego sí los perritos y los parásitos gusanos del orden de los platelmintos al final pues fíjate tú que los cabrones se salvaron.
FIN
Los espectadores se levantan de sus butacas en el cine y rompen a aplaudir entre llantos de emoción y gritos de "BRAVO, BRAVO". Unas cuantas mujeres, impresionadas ante tamaña obra de arte, se desvanecen en grupo, víctimas súbitas del síndrome de Stendhal. Sus acompañantes las sujetan, aunque al poco las dejan caer al suelo para poder seguir aplaudiendo.
Joder, incluso el tío de las palomitas de antes, que se estaba viendo esta peli descargada de Internet, el cabrón, secándose las lágrimas, va y dice:
- Hostia los perritos qué monos, man... Esta es la mejor película de toda la puta historia. EOH, SU AUTOR DEBERÍA HACERSE MULTIMILLONARIO.